-Incomparable, inconfundible.♥

No. No he dicho que lo tenga todo claro, ni que sepa exactamente lo que quiero. Por supuesto que no.
Lo que desde luego no quiero es la típica historia sin sentido con el típico final aburrido y monótono.
Yo quiero algo único, incomparable y totalmente inesperado.
Quiero que aparezca de la nada, sin que me dé cuenta, cuando no venga a cuento solamente para sonreírme y decirme ''¿qué tal?''.
No quiero silencios incómodos, quiero un millón de carcajadas, guiños y sonrisas, muchas sonrisas.
Y no pueden faltar esas miradas que lo dicen todo. No quiero que le hagan falta palabras para entenderme.
Quiero que cuando me ponga pesada me calle con un beso, y sobretodo, lo más importante, que me mire, me agarre, me sonría y me haga de rabiar con cualquier tontería mientras él se ríe.

En definitiva, no quiero historias escritas ni planificadas. Me conformo con que no se pueda comparar con ninguna otra historia de dos.

-Con un segundo de ausencia, murió la inocencia.♥

Se acabaron los tiempos en los que todo era de color de rosa.
Atrás quedan todas las fantásticas ilusiones de esa niña pequeña que soñaba con un cuento perfecto.
El tiempo le hizo perder la inocencia, el tiempo la hizo dejar de ser niña, a la vez que le demostró que en este mundo no hay nada perfecto, pero casi.
Ella aprendió que no va ha venir ningún príncipe en un caballo blanco, y que no va a tener una preciosa corona. Pero también aprendió que no le hacían falta.
Se dió cuenta que fuera de su mente no todo era tan decepcionante como decían, solo había que saber mirarlo, solo había que creer en ello y no rendirse ante lo que todos llamaban ''imposible''.
Supo mirarlo con otros ojos sin dejarse llevar por su imaginación de nuevo.
Después de tanto tiempo alguien tenía fe de nuevo en que solo hay que creer de corazón y dejar de pensar que no es posible conseguir lo que más quieres en el mundo.
Y al fin y al cabo, no tenía que dejar de ser niña del todo. Y tampoco tenía por qué ser falso todo su cuento.